Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1854-1856 (Cortes Constituyentes de 1854 a 1856)
Sesión: 28 de febrero de 1855
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: nº 93, 2.514
Tema: Base 2ª de la Constitución

El Sr. SAGASTA: El Sr. Nocedal ha dicho que la unidad religiosa, ese bien, ese beneficio que nos envidian todas las demás Naciones, se debe única y exclusivamente al partido moderado; y aun cuando de aquí parezca que no se deduce que deba yo rectificar, yo creo que tengo derecho de hacerlo, que debo y que puedo hacerlo, porque cuando yo, Diputado progresista, acabo de hablar en defensa de la unidad religiosa, y enseguida oigo decir al Sr. Nocedal que la unidad religiosa se debe exclusivamente a los moderados, lógico es que yo crea que el Sr. Nocedal, o no ha oído bien las palabras, o las ha interpretado mal; y he aquí, Sres. Diputados, como yo creo que tengo derecho para rectificar, como creo que debo rectificar: voy, pues, a la rectificación.

La unidad religiosa......

El Sr. PRESIDENTE: Eso no es rectificar.

Varios Sres. Diputados: Que hable, que hable.

El Sr. SAGASTA: La unidad religiosa dentro del catolicismo, eso inmenso beneficio, ese gran bien que S.S. dice y que yo ni por un momento dudo que nos envidian todas las Naciones del globo, no se os debe a vosotros, no, sino al partido progresista. ¿Qué hicieron las Cortes del año 12, cuna del partido progresista? ¿Qué hicieron los legisladores de Cádiz, padres del partido progresista? ¿Qué hicieron las Cortes del 37, esencialmente progresistas, casi en la totalidad compuestas de progresistas? ¿Qué han hecho ahora mismo las Cortes Constituyentes del 55? ¿Qué acabo yo de hacer? ¿Qué hacen los individuos de la Comisión? Sostener, defender, apoyar la unidad religiosa; y siempre que se ha tratado de la religión, siempre el partido progresista ha sido el que ha sostenido, el que ha defendido, el que ha votado la unidad religiosa dentro del catolicismo.

Sí, señores; las Cortes Constituyentes del año 1855 han votado la unidad religiosa. Pero dice el Sr. Nocedal: " se presentó una enmienda contra la unidad religiosa, que sólo se perdió por tres votos; luego la unidad religiosa se ha salvado sólo por tres votos; por consiguiente, si nosotros los moderados no hubiéramos estado en estos bancos, la unidad religiosa no existiría." ¿Pero fuisteis vosotros solos los que votasteis contra esa enmienda? ¿No fueron también 150 Diputados, todos progresistas, absolutamente todos? Contad, pues, el número de Diputados progresistas que votó contra la enmienda; contad enseguida el número de Diputados progresistas que votó en pro, y veréis la mayoría progresista desechando la enmienda a que alude su señoría.

Además, S. S. está equivocado; en esa enmienda no se proponía la destrucción de la unidad religiosa; al contrario, se sostenía, se defendía: lo que hacía era establecer la libertad de la práctica de otros cultos a los extranjeros que no tuviesen, desgraciadamente para ellos, nuestra religión; esto era lo que se pedía en aquella enmienda, y nada más; y quizá se pedía esto con la más sana, con la más santa intención; quizá con el loable objeto de ver si por este medio podíamos atraer hacia nuestra unidad religiosa a los disidentes extranjeros. Estoy seguro de que éste fue el objeto de los firmantes de aquella enmienda. Estoy íntimamente persuadido de que tal fue su santa intención.

Conste, pues, que ese inmenso beneficio, que ese gran bien de la unidad religiosa que está disfrutando la España, y que el Sr. Nocedal dice y yo creo con todo mi corazón que envidian todas las Naciones del mundo, más bien que a vosotros, moderados, lo debe la España al partido progresista; si al partido progresista lo debe; al partido progresista se lo agradece; al partido progresista se lo ha de agradecer.

También ha dicho el Sr. Nocedal que la verdad religiosa no necesita la discusión; que la necesitan las verdades humanas, pero no las divinas; queriendo sin duda con esto dar una lección, no sé si a mí o a algún otro Sr. Diputado. Oigo decir al Sr. Nocedal que no se ha referido a mí. Yo le doy las gracias a S. S. Pero como quiera que yo he hablado de discusión, y no quiero que en esto pueda dudar nadie de mis opiniones, estoy en el deber de decir cuatro palabras.

Yo no he dicho, yo no he querido, yo no he podido nunca decir que la verdad religiosa necesite la discusión. ¡Cómo la ha de necesitar, siendo una verdad revelada, siendo una verdad divina! Lo que yo he dicho es que mis creencias religiosas están tan arraigadas, que tengo tanta fe en mi religión, que no temo su discusión, si es que la discusión se quiere, de la misma manera que no temo la discusión acerca de la existencia del sol, aun cuando creo que no necesita discusión la existencia de ese astro vivificador. Nada más tengo que decir, puesto que el Sr. Nocedal ha dejado en pie todos, absolutamente todos mis argumentos, y por otra parte, mas bien que por el Reglamento, estoy hablando por la inmensa benevolencia que me ha dispensado la Asamblea, y que yo agradezco con todo mi corazón.



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